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miércoles, 12 de marzo de 2014

AVISO IMPORTANTE.

Siento informarle a aquel que esté leyendo esto, que por motivos que me guardaré para mí misma, esta novela ha sido cancelada.

sábado, 25 de enero de 2014

Capítulo 24. Me alegra que estés aquí conmigo.

Kiara.

-¡Esto es hermoso!-pensé en voz alta, mientras saltaba del asiento del coche, viendo todo el lugar donde nos encontrábamos.
Yulem había aparcado el coche justo al lado de una casa bastante bonita, rodeada de palmeras que se alzaban a ambos lados del lugar.
-Me alegro de que te guste, princesa-susurró él apareciendo de golpe detrás de mí, rodeándome con sus fuerte brazos y posando su cabeza sobre mi hombro.
-Claro que me gusta, esto es precioso-murmuré mirando la casa con una sonrisa.
-Tú eres preciosa cuando sonríes-susurró, haciendo que mis mejillas tomara un color rosado.
-Gracias...-farfullé muerta de vergüenza.
El se rió a carcajadas antes de besar mi mejilla de un modo muy tierno, sin dejar de sonreír.
-¿Te gusta el mar?-preguntó.
-¡Pues claro que sí! ¡Me encanta!-contesté entusiasmada.
-Pues mira-susurró antes de hacer que me girara, mirándolo a él. Entonces me di cuenta de la playa que estaba de fondo, con las olas chocando contra las piedras de un lado del lugar, produciendo un ruido que amaba y me calmaba.
Abrí los ojos de golpe antes de comenzar a reír, abalanzándome a los brazos de Yulem quien me miraba con una sonrisa, antes de contestar al abrazo.
-¡Gracias! ¡Gracias!-grité abrazándolo fuertemente, comenzando a caminar sin soltarnos, hasta que tropecé y caí al suelo, con él encima de mí.
Suerte que había aterrizado sobre la hierba que rodeaba la casa y no me había hecho mucho daño.
-Lo siento-susurré viendo como él se apoyaba en su codo, mirándome.
A veces era bastante patosa, aunque esta vez lo agradecía. Tenía a Yulem observándome encima de mí, sus ojos verdes como dos esmeraldas brillaban con felicidad. Era un momento hermoso.
-No pasa nada, princesa. Me gusta tu entusiasmo-susurró antes de apartar un mechón de mi cabello.
Sonreí tímidamente sin contestar, la vergüenza seguía presente y no sabía que responder a eso. Pero no hizo falta que dijera nada, pues él me sonrió de nuevo antes de acercarse sin dejar de mirarme a los ojos, cerrándolos mientras juntaba nuestros labios en un hermoso beso que yo correspondí.


-Gracias por todo esto, Yulem-susurré mientras salía de nuestro cuarto, que compartiríamos al ser el único en la casa.
-Te mereces esto y mucho más. ¿Te apetece ir de compras? Tenemos todo el dinero del mundo-dijo guiñándome un ojo antes de tirar de mi brazo, entrelazando nuestras manos mientras salíamos por la puerta de la casa.
Sonreí acurrucándome contra el costado de Yulem, mientras éste pasaba su brazo por mis hombros, caminando a mi lado. Se sentía bien estar a su lado. Pasamos por varias tiendas, entrando en ellas y comprando cualquier tontería que veíamos, entre risotadas y carcajadas, felices.
Después de aproximadamente media hora de tienda en tienda, yo seguía entusiasmada tirando del brazo de Yulem para entrar en cualquier lugar que encontraba.
-¡Vamos!-animé girándome para ver a Yulem con una sonrisa mientras yo caminaba de espaldas, tirando de su mano para que caminase mas rápido.
-Ya voy, ya vooy-rió él mientras comenzaba a andar más rápido hasta llegar a mi altura.
Sonreí como una niña pequeña cuando le daban un regalo, dando pequeños saltitos.
-Al parecer acerté al traerte aquí-dijo Yulem mirándome mientras reía a carcajadas.
Paré de saltar muerta de vergüenza mientras mis mejillas comenzaban a volverse rojas.
-Eres adorable-susurró él antes de abrazarme.
Me acurruqué contra su pecho mientras contestaba a su abrazo, escondiendo mi cabeza en su cuello, respirando su aroma, notando el ritmo constante y acelerado de su corazón.
En cuanto nos se paramos, eché en falta el calor que me proporcionaba, pero pronto él agarró mi mano, comenzando a caminar.
-Ve y compra unos helados para los dos, ¿sí?-murmuró antes de besar mi mejilla-. Yo voy a comprarle un recuerdo a mi hermano, ya vuelvo.
Asentí antes de girarme, comenzando a caminar hacia el puesto de helados que había al lado de un pequeño parque.
Cuando llegué al pequeño y bonito puesto, sonreí al hombre que se encontraba detrás de éste. Tenía un aspecto cariñoso, con unos ojos marrones chocolate y un bigote negro, al igual que su pelo.
-Buenos días señorita-me saludó el hombre.
-Buenos días-contesté.
-¿Qué desea?
-Quiero...un helado de nata y vainilla, y otro de...-me paré de golpe a no saber qué comprarle a Yulem-. Vainilla y chocolate-susurré.
-Muy bien. ¿Tarrina o cucurucho?-preguntó él.
-Tarrina-contesté mirando hacia donde se había marchado Yulem, buscándolo con la mirada.
-Muy bien, aquí tienes-respondió el hombre pasándome los dos helados, sin dejar de sonreír en ningún momento..
Sonriendo, le pagué y comencé a caminar hacia el parque con los helados en las manos.
-Hola-susurraron tras mi espalda, haciendo que pegara un pequeño salto y dejara salir un chillido de mi boca.
-¡Yulem, estúpido! ¡Valla susto me has dado!-grité cuando él se rió, apareciendo en mi campo de visión.
-Lo siento-susurró con una sonrisa, haciendo que nos sentáramos ambos sobre la hierba del parque.
-Toma, este es el tuyo-susurré, pasándole su helado, nerviosa porque no le gustara el que había elegido para él..
-Es... ¿de vainilla y chocolate?-preguntó mirándome, yo asentí-. ¡Bien! Ese es mi favorito-sonrió mientras yo soltaba un suspiro de alivio.
-Me alegra oír eso- contesté, quitándome un gran peso de encima.
-A mi me alegra que estés aquí conmigo. Gracias- susurró antes de comenzar a comer el helado. 

domingo, 19 de enero de 2014

Capítulo 23. Alas de plástico.

Vick.

Mientras entraba en mi habitación, mi vista se dirigió rápidamente a la ventana, buscándola y aunque ella no estaba, sonreí como un idiota. Rápidamente me cambié, buscando en el armario del dormitorio y  poniéndome mi pijama corto, pues hacía calor.
Cuando estaba tirado en cama, pensando en todo lo que había pasado, sentí un ruido y observé por la ventana como Silene entraba en su dormitorio. Sin poder evitarlo, una sonrisa se escapó de mis labios al verla.
 Después de coger algo de su armario, desapareció de mi vista entrando en una puerta, para volver a aparecer poco después con un pijama puesto.
-Silene-murmuré con una sonrisa.
Ella se giró rápidamente asustada y sonrió al verme, mientras yo me levantaba de la cama y caminaba hacia la ventana.
-Hola-susurré tímidamente.
Se veía hermosa aún en pijama y con su pelo atado en un moño. No sabía como no me había fijado en ella antes, era totalmente perfecta.
Sonreí mientras Silene jugaba con los cordones del pantalón de su pijama. Este consistía en una camiseta de manga corta rosa claro, con unos dibujos de gatitos en blanco, al igual que sus pantalones cortos.
-Hola-contestó ella.
Una hermosa sonrisa se dibujó en su rostro mientras yo miraba al suelo de madera de mi dormitorio, sonrojado. ¿Cómo era capaz de ponerme nervioso? No lo entendía. Nunca había tenido problemas en decir las cosas, siempre había sido directo. Pero con ella....Había algo que me hacía ser tremendamente tímido. Tenía miedo a cómo ella iba a reaccionar. No sabía cono explicarlo...De Silene dependía mi estado de ánimo, no quería que se enfadara conmigo, ni se molestara.
-¿Te apetece...emmmm...venir?-murmuré mirándola a los ojos mientras me sonrojaba de nuevo.
-¿Dormir contigo?-preguntó Silene, entre asombrada y nerviosa, yo asentí-. ¿Aguantarás mis ronquidos?-cuestionó de nuevo, bromeando mientras yo volvía a asentir con una sonrisa-. ¿Y tu hermano?- susurró, volviéndose seria de golpe.
-Se va a ir de viaje con una chica, estará durmiendo en estos momentos-murmuré.
-¿Y cómo salto yo la ventana, eh?-preguntó burlonamente.
-¿Qué pasa, que tus alas son de plástico?-contesté con una sonrisa.
Ella se rió antes de hacer aparecer sus alas negras, sentándose en el bordillo de su ventana. Saltó de ella rápidamente y cayó velozmente hacia el suelo mientras yo me asomaba, asustado.
Silene extendió sus alas cuando estaba a punto de llegar al suelo y, comenzando a volar, llegó a mi altura, moviendo sus alas para mantenerse en el aire.
-¿Te vale como demostración?-contestó irónica, con los brazos cruzados bajo su pecho y una sonrisa.
-Eso fue increíble, pero estás loca.-murmuré asombrado mientras me apartaba de la ventana para que ella pudiese pasar.
Agarré sus manos mientras Silene se apoyaba en el alféizar de la ventana, entrando en el dormitorio aún con sus alas extendidas tras su espalda.
-Bonita habitación-susurró ella mirando a todas partes, curiosa.
-Gracias-contesté hipnotizado con su plumaje negro-. Bonitas alas-añadí, levantando una mano y acariciando el borde de una de ellas, mientras me estremecía.
Silene se giró al notar el contacto de mi mano contra sus alas, haciendo que dejase de tocarla para mirarla fijamente a los ojos.
-Gracias-susurró ella.
Ahí fue donde la observé, cada milímetro de su rostro. Realmente era hermosa, como una obra de arte.
Mis ojos se dirigieron a sus alas mientras recordaba de donde ella provenía.
Éramos totalmente diferentes, en todos los sentidos. Ella era de Oscurix...y eso era un problema, pues nuestros mundos estaban enfrentados y nosotros no deberíamos estar juntos.
En realidad, deberíamos estar intentando matarnos, pero había algo que me lo impedía, algo que sentía por ella que era demasiado fuerte y no podía hacerle daño. Sabía que en el fondo ella no era mala, era una gran persona, dulce y amable, cariñosa, tierna. Era...buena.
Pero permanecíamos a mundos totalmente distintos que se estaban enfrentando para que solo uno de ellos quedase en pie. Uno de los dos acabaría mal, muy mal. Y no quería que fuese ella, para nada. Quizás hasta uno de los dos acabase...muerto.
Yo sentía que por Silene hasta arriesgaría mi vida, prefería morir yo antes de que le sucediera algo a ella. Aun así, ambos estábamos luchando por una maldita flor, por nuestros mundos. No deberíamos estar juntos, pero yo no lo podía evitar...
-¿Vick?-preguntó ella haciendo que volviese a la realidad-.¿Estás bien?-susurró.
Yo simplemente me limité a negar con la cabeza antes de abrazarla, mientras sus alas desaparecían tras su espalda, como si nunca hubiesen estado ahí.
Ella suspiró, seguramente imaginándose qué era lo que estaba pensando. Después, pasó sus brazos por mi espalda, haciendo que su cabeza descansase en mi pecho y yo apoyase mi mentón sobre su pelo. 
Pasaron varios minutos antes de que yo hablase.
-Gracias por esto-susurré sin apartarme-. Lo necesitaba.
-No me des las gracias, Vick. Tú hiciste lo mismo por mí, ¿recuerdas?-preguntó separándose y levantando su cabeza para verme pero sin soltarse.
Sonreí levemente recordando tan solo hace unas horas cuando la encontré en el vestuario.
-De alguna manera te lo debo-murmuró poniéndose de puntillas hasta chocar nuestras frentes-. Gracias por lo del vestuario-susurró antes de juntar nuestros labios, cerrando sus ojos.
Sorprendido, le seguí el beso con una pequeña sonrisa antes de dejar mi mano en su mejilla, mientras la otra descansaba posada sobre su espalda. Ella se separó levemente para sonreír antes de volver a besarme, con sus manos jugando con mi pelo y rodeando mi cuello.
-Eres hermosa-murmuré al separar nuestros labios, aun con nuestras frentes juntas.
Silene miró hacia el suelo avergonzada mientras sus mejillas tomaban un color rojizo, haciéndome reír.
-Y cuando te sonrojas aún mas-susurré sonriendo antes de besar la punta de su nariz con dulzura.
-Eres malo- protestó.
Sin embargo, estaba sonriendo.
-Solo contigo-contesté guiñándole un ojo.
Ella comenzó a reír mientras yo amaba el sonido que producía.
-Así que solo conmigo, ¿eh?-preguntó pegándose más a mí, nuestros labios a centímetros de distancia.
-Solo contigo-susurré deseando acabar la distancia que había entre nuestros labios.
Pero Silene fue más rápida, besándome apasionadamente,con sus manos en mi pecho. Me empujó de golpe haciendo que perdiera el equilibrio y cayera encima de la cama, la cual anteriormente estaba detrás de mí.
-¡Oye!-protesté confuso.
-Tú eres malo conmigo, pues yo también-contestó simplemente antes de soltar su pelo y meterse en un lado de la cama, dándome la espalda e ignorándome totalmente.
Me giré hacia ella mientras miraba como su pelo caía por la almohada con pequeñas ondas.
-Eh...-farfullé-. Silene...-la llamé en un susurro, pero ella no me hizo caso.
Me acerqué todavía más hasta rodear con mi brazo su costado, mientras con la mano jugaba con un mechón de su pelo. No podía ver su rostro, así que no sabía exactamente que le ocurría.
-¿Estás enfadada?-pregunté en un susurro, con miedo a que su respuesta fuese que sí.
Pero sin embargo, de nuevo ella se mantuvo en silencio.
-Oye, lo siento si te molestó....-farfullé agobiado de que no dijese nada-No...no pretendía que te enfadaras conmigo...
Noté como su cuerpo se movía hasta que ella quedó de cara a mí.
-No estoy enfadada, tonto-susurró con una pequeña y tímida sonrisa mirándome a los ojos, antes de acurrucarse contra mi pecho mientras yo sonreía acariciando su pelo.
-Aún así lo siento-murmuré.
-Yo también lo siento, no debí haberte empujado-contestó alzando su cabeza para verme.
Sonreí de nuevo antes de besar la cima de su cabeza mientras ella esbozaba una de sus preciosas sonrisas.
Pronto sus ojos se cerraron y su respiración se volvió más profunda mientras Silene se quedaba dormida. Suspiré contemplándola como un ciego que ve por primera vez, antes de susurrar dos palabras que nunca pensé que diría.
-Te quiero.

martes, 10 de diciembre de 2013

Capítulo 22. Tengo todo el tiempo del mundo.

Derek.

Marco había entrado por la puerta poco después de que el médico se hubiese ido.
Yo, en cambio, seguí mirándola fijamente mientras las lágrimas no cesaban, sin soltar en ningún momento su mano, rogándole que se quedara conmigo.
-Derek....-susurró Marco poniendo su mano sobre mi hombro.
Giré mi cabeza para verlo. A sus 17 años, él era un chico con una madurez muy poco común en su edad. Era responsable y, cuando salía de fiesta con sus amigos, nunca bebía y volvía un hora respetable. Cuidaba de su hermana como si fuese su vida, a pesar de que él tuviese un año menos. Desde que sus padres se pasaban la vida de viaje, él se había sentido responsable de cuidarla y sabía que se sentía culpable por no haber podido evitar los cortes de su hermana.
Físicamente, él tenía unos ojos azules como el mar y el mismo tono de pelo que su hermana, bastante corto. Era de la misma altura que yo y delgado, pero no demasiado.
-¿Qué?-susurré mirándolo con los ojos cristalizados.
-Se recuperará, ya verás como sí-aseguró animándome. Aunque sospechaba que se estaba dando fuerzas a él mismo, además.
-He sido un completo gilipollas, ¿sabes?-farfullé viéndola-. La dejé tirada y me fui con los populares. Con ellos no era feliz, echaba de menos a tu hermana, demasiado. Pero sabía que no había vuelta atrás. Ahora me arrepiento de haberla dejado sola. Muchas veces he querido dar marcha atrás en el tiempo y volver al momento donde decidí ser popular para cambiarlo y quedarme con Amy todo el tiempo. Quizás...seguramente así hubiese podido evitar que se cortase. Yo...de verdad la quiero, joder. La amo con toda mi alma, no podría vivir sin ella, no quiero que se valla de mi lado, no puedo permitir que se valla. Amy es todo para mí, a pesar de haberla dejado de lado. Es...la razón de mi sonrisa. Por ella me levanto cada día, solo por verla. Es demasiado importante para mí como para dejarla ir. No quiero, no puedo. La amo demasiado. Si ella se va...yo...me iré con ella-susurré mirando de nuevo a Marco mientras las lágrimas caían de nuevo por mi cara.
-Ninguno de los dos os iréis. Amy es fuerte y volverá a abrir los ojos para regañarme por no haber lavado los platos. Para volver a abrazarme en los malos momentos. Para darme consejos en cualquier instante. Para estar con nosotros en las buenas y en las malas. Es mi hermana, mi dulce y tierna hermanita. Tiene que vivir para estar a mi lado, a nuestro lado -murmuró pasando una mano por mis hombros-. De ella depende volver o no con nosotros, y sé que volverá por ti y por mí. Por vivir el resto de nuestras vidas juntos. Sé que volverá, tiene que hacerlo.
Comenzando a llorar, me levanté de la silla para abrazar al hermano de la persona que mas amaba en el mundo.
Escuchamos un suspiro y nos separamos extrañados para ver a Amy con los ojos abiertos mirándonos con una pequeña sonrisa.
-¡Princesa!-grité antes de correr a su lado, agarrando su mano fuertemente y sonriendo entre lágrimas.
-De....Derek...-susurró pesadamente.
-Hermanita...-susurró Marco mirándola con una sonrisa.
-Pequeño...- contestó ella haciendo una mueca.
-No hace falta que te fuerces, no hables si te cuesta, por favor-murmuré acariciando su mano.
-No...no pasa nada, puedo...hablar-contestó débilmente.
-Te quiero, te quiero tanto...-susurré mirándola directamente a los ojos.
-Os dejo solos-dijo Marco antes de salir con una sonrisa.
-Derek, yo....-susurró.
-No, no hables por favor. Te quiero, ¿vale? Siento haber sido un completo estúpido.
-Antes...os estaba escuchando....-farfulló con una pequeña sonrisa, haciendo que me sonrojara.
-Déjamelo repetírtelo, para ti-susurré besando su mano y agarrándola entre las mías-. Siento muchísimo todo lo que ha pasado en este tiempo, estoy tan arrepentido...Te quiero muchísimo. Soy un completo gilipollas por haberte dejado sola, lo siento. No sé como pude irme sin más, es que aún hoy no lo entiendo. Pero no lo puedo remediar, aunque me encantaría poder volver atrás eso no es posible, y es algo que me jode bastante. Siento todo el daño que te he causado dejándote tirada, de verdad que lo siento. Pero quiero que sepas que eres la razón de mi existencia. Que con solo recordar tu nombre sonrío como un idiota. Que te amo con locura y que no podría vivir jamás sin ti. Soy un jodido estúpido por haberte dejado sola y ahora querer que me perdones, así porque si. Entiendo si no lo quieres hacer, yo...
Ella me interrumpió posando su mano sobre mi boca.
-Shh, tú solo cállate y bésame de una vez, idiota-susurró apartando la mano, haciendo que sonriéramos antes de que yo juntara nuestros labios.
Lentamente y con cuidado de no hacerle daño, la besé mostrando todo mi amor por aquella chica que estaba en la camilla. La amaba, de eso estaba seguro. Ella era demasiado importante en mi vida y no quería dejarla escapar en ningún momento. Sonreí en el medio del beso mientras gritaba de felicidad dentro de mí. Nuestros labios seguían moviéndose al compás de una melodía imaginaria, y me separé de Amy lo suficiente como para mirarla a los ojos.
-¿Eso es que me perdonas?-susurré mientras ella se sonrojaba.
-Claro que te perdono, bobo-contestó mientras yo acariciaba su mejilla.
-Amy...-susurré inseguro-. ¿Por qué...bueno...por qué te cortabas?-pregunté débilmente.
-Derek...-murmuró ella mirándome a los ojos y suspirando resignada-. Es una larga historia....
-Tengo todo el tiempo del mundo-afirmé rogando para que ella me contara la razón.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Capítulo 21. Estaba enamorado de ella.

¡Lo siento! He tenido unos problemillas con mi ordenador y no he podido subir antes el siguiente capítulo, pero aquí está. 


Yulem.
Vick entró por la puerta cuando yo estaba cerrando mi maleta.
Al entrar en mi habitación, me miró confuso, entre sorprendido y asustado, observándome fijamente.
-¿Qué ocurre?-preguntó mirándome.
-Puedes quitar esa cara de pánico, querido. Solo he decidido hacer un pequeño viaje con Kiara, cuatro días lejos de ti-contesté burlándome de su reacción mientras él se relajaba notablemente.
-Ouch. Eso hasta me ha dolido-ironizó posando su mano sobre su pecho-. ¿Romeo se va a declarar a Julieta?-atacó.
-Vete a la mierda-contesté rápidamente mientras le lanzaba un cojín, intentando ocultar mi rubor.
-¡Estás rojo!-bramó riéndose-. ¡Yulem rojo! Esto es de foto-se burló.
-Cállate y ayúdame a cerrar la maleta, estúpido-contesté con una tímida sonrisa al pensar en ella.
-Venga, te ayudo solo para librarme de ti.
-Serás gilipollas...-murmuré sonriendo y negando con la cabeza, divertido, revolviendo su pelo mientras él se quejaba, pasaba a mi lado.
A pesar de nuestras bromas y tonterías, nos queríamos de verdad. Era mi hermano, lo protegería de cualquier cosa.
-Joder, chico-contestó intentando cerrar la maleta-. ¿Qué coño llevas ahí? Está más lleno que el bolso de cualquier mujer-farfulló.
-Ja, ja, ja-ironicé-. Cállate y ayúdame.


Después de haber cerrado al fin mi maleta y revisar todo, de haber hablando un poco con Vick y de haber cenado juntos entre bromas y burlas, me tumbé en cama dispuesto a dormirme, pero no sin antes escuchar su voz de nuevo.
Agarré el móvil de mi mueble buscando su número para llamarla.
-¿Yulem?-preguntó una voz media dormida.
-Hola-susurré volviéndome terriblemente tímido y nervioso.
-Hola-contestó ella riendo.
-¿Te he despertado?-pregunté-. Lo siento si lo hice...
-No, no pasa nada. Estaba tirada en la cama y comencé a quedarme dormida-respondió-. Pero dime, ¿qué ocurre?
-Solo quería escuchar tu voz-susurré un poco avergonzado.
Imaginé cómo ella sonreía con sus mejillas comenzando a coger color.
-¿Estás sonriendo?-pregunté, girándome para estar más cómodo, sonriendo como un idiota enamorado.
-Eres muy lindo-se excusó ella-. Eso es muy tierno, Yulem-susurró, seguramente con una bonita sonrisa en su rostro.
-Te puedo asegurar que tú lo eres más-contesté.
-Mañana...-murmuró ella.
-¿Sí?-pregunté.
-¿A que hora vienes a recogerme?
-¿Te importa madrugar un poco?-pregunté tímido.
-No, para nada- contestó ella riendo-. Entonces...¿cuando?
-A las...¿ocho?
-A las ocho-confirmó ella.
-Bien. Bueno, no te molesto más, descansa.
-No molestas-susurró Kiara-. Buenas noches, Yulem.
-Buenas noches, princesa-respondí-. Duerme bien.
Sonreí tiernamente al teléfono escuchando su voz.
-Adiós...Dulces sueños.
-Adiós. Te quiero.-farfullé antes de finalizar la llamada rápidamente sin esperar su respuesta, con una sonrisa de idiota, suspirando.

Me desperté justo a las siete de la mañana mientras la alarma de mi móvil sonaba.
Refunfuñando, salí de la cama para andar como un zoombie hasta el armario, donde rápidamente agarré algo para cambiarme después de darme una ducha.
Entré en el baño y comencé a meterme en el agua. Relajándome, me dejé llevar por la tranquilidad que producía ese momento y cerré los ojos momentáneamente antes de comenzar a lavarme. Salí poco después, completamente vestido y con una sonrisa en mi rostro.
Rápidamente fui a la cocina y comencé a preparar algo para desayunar, preguntándome qué estaría haciendo Kiara en estos momentos. Sonreí tontamente mientras comía mis tostadas.
Al acabar, comencé a guardar todas las cosas en el coche para más tarde tener todo preparado, cuando fuesen horas de ir a buscarla.
Comencé a caminar hacia el salón, encendiendo la televisión y sentándome en el sofá, dispuesto a pasarme el tiempo que me sobraba mirando cualquier cosa para intentar calmarme un poco y dejar de estar tan nervioso.
Si a ella no le gustaba el lugar...estaba totalmente perdido.
Pronto se hizo hora de irme y, dejando una nota a mi hermano, subí al coche y comencé a conducir hasta su casa, donde ella me esperaba en la entrada, sentada en los escalones de ésta y sonriendo mientras miraba el móvil.
Levantó la vista al oír el sonido del coche y se levantó mientras yo bajaba del coche y abría el maletero, metiendo su maleta junto la mía.
-Hola-saludó ella sonriendo.
-Hola, princesa-contesté antes de besar su mejilla-. ¿Estás preparada para perdernos?
Me acerqué poco a poco a ella hasta rozas sus labios con los míos antes de besarla tímidamente.
-Claro-contestó ella al separarnos sonriendo mientras sus mejillas tomaban un color rojizo-. Ese es el plan, ¿no? Tenemos nuestras pequeñas vacaciones.
Sonreí separándome de ella y subiendo al coche mientras ella hacía lo mismo.Comenzando a conducir, busqué rápidamente una emisora de radio para entretenernos en el largo viaje que nos esperaba.
Sonreí girándome para verla mientras Kiara tatareaba la letra de la canción que sonaba en ese mismo instante moviendo la cabeza de una lado al otro siguiendo el ritmo.
Nos encontrábamos en un semáforo en rojo, así que aproveché para verla.Cuando se dio cuenta, se giró para mirarme antes de sonreírme tiernamente mientras sus mejillas comenzaban a coger un color rosado.
Riendo, agarré su mano acariciándola antes de besarla rápidamente para volver a girar mi vista y seguir conduciendo con una sonrisa el resto del camino.
Si, definitivamente estaba enamorado de ella.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Capítulo 20. Te quiero tanto.

Derek.

El silencio era lo único que se escuchaba en toda la habitación. Me encontraba tumbado en mi cama boca arriba mirando el techo, con los brazos detrás de mi cabeza, metido en mis pensamientos.
Me sentía extraño, bastante raro. Tenía un presentimiento, y no precisamente bueno. Sentía como si algo malo fuese a pasar de un momento a otro, y estaba realmente preocupado.
Pero...¿qué podía ser?
Suspiré pesadamente cerrando los ojos para intentar quitarme esa sensación mala que tenía, pero no desaparecía.
Aún con ellos cerrados, tanteé con mi mano por encima de mi mesita hasta encontrar mi móvil. Agarrándolo, abrí los ojos para comenzar a buscar mis contactos.
Rápidamente apareció su nombre, Amy.
Lo encontré y suspiré mirándolo una y otra vez, dudando si llamarla o no. Desistí, como muchas otras veces dejando el móvil en su sitio de nuevo.
-Soy idiota-susurré mirando a la ventana y suspirando.


El ruido de mi teléfono me despertó. Me había quedado dormido mientras seguía pensando en Amy.
Refunfuñando y con los ojos cerrados, agarré el móvil para contestar.
-¿Qué?-pregunté medio dormido.
-¡Derek!-dijo una voz.
-Sí...-afirmé dudoso mientras intentaba saber quien me llamaba-¿Eres....Marco?-pregunté.
-Si, soy yo. Amy...-murmuró, pero lo interrumpí.
-¿Qué le pasa?-chillé abriendo los ojos de golpe y levantándome.
-Está en el hospital, por favor, ven-susurró.
-Voy para allá, espérame ahí-murmuré antes de colgar y tirar el móvil a la cama mientras comenzaba a buscar cualquier cosa que ponerme.
Amy...Suspiré mientras intentaba que las lágrimas no apareciesen.
¿Qué le podía haber pasado? Rápidamente cogí mi chaqueta y comencé correr hacia la puerta.
-Hijo, ¿a donde vas?-preguntó mi madre desde el salón, sentada en el sofá viendo algún programa en la televisión.
-Al hospital, Amy se encuentra allí-me limité a decir antes de cerrar la puerta.
Volví a echar a correr desesperadamente hacia el hospital. Aunque estaba bastante cerca, quería llegar lo antes posible para poder estar con ella y aclarar todo eso.
Tenía miedo de llegar tarde, de no poder hablar con Amy. Ella era mi vida y no quería que nada malo le ocurriese. Estaba demasiado preocupado por ella que no me dí cuenta cuando choqué contra una mujer que caminaba tranquilamente. 
Sin ni siquiera pararme, me giré para ver como la mujer me miraba raro, refunfuñando cualquier tipo de insulto hacia mí.
-¡Lo siento!- grité sin detenerme en ningún momento.


-¡Derek!-llamó Marco en cuanto entré en el hospital.
Me fijé que tenía los ojos rojos e hinchados, demasiados brillantes. Amy estaba demasiado mal.
-¿Donde está?-pregunté susurrando.
-Por aquí, ven-dijo antes de comenzar a caminar rápidamente hacia el ascensor-. Planta tres, habitación trescientos doce-susurró al salir.
-Bien, voy primero-dije comenzando a correr leyendo todos los números que se alzaban encima de la puerta.
-Trescientos doce, aquí es-murmuré antes de posar la mano en la puerta para abrirla.
Suspirando, entré dentro de la sala, comenzando a buscarla con la mirada.
La encontré en la segunda cama, con la cara demasiado pálida y sus bonitos ojos tapados.
-Amy....-susurré acercándome.
Me senté a su lado, mirando sus dos brazos vendados. ¿Qué le había pasado?
Comencé a mirarla fijamente mientras ella dormía plácidamente.
-Buenos días, muchacho-dijo una voz detrás de mí, haciendo que me girase rápidamente para verlo.
-¿Qué le pasa?-susurré mirando al médico.
-Ella se corta-contestó él tranquilamente-. Llegó aquí con un gran corte en su brazo, y hemos encontrado muchos más por ambos brazos. Sospecho que Amy se corta ella misma, aunque desconozco la razón. Hay bastantes cicatrices, por lo que lleva bastante tiempo haciéndolo, pero parece ser que esta vez fue demasiado profundo-rápidamente me giré para ver sus brazos con las vendas, mientras las lágrimas comenzaban a salir de mis ojos-. Ella llegó con muy poca sangre en su cuerpo, está muy crítica, sería un milagro que sobreviviese-respondió-. Lo siento, muchacho-murmuró palmeando mi espalda antes de irse.
Suspiré mirándola fijamente mientras las lágrimas seguían pasando por mis mejillas.
-Pequeña...-susurré cogiendo su mano y entrelazando nuestros dedos-. No te vallas, por favor. Quédate conmigo. Te quiero tanto....

sábado, 9 de noviembre de 2013

Capítulo 19. Como la hagas daño date por muerto.

Ane

Justo cuando ella apareció, yo me encontraba tirada en el sofá del salón viendo la televisión y comiendo palomitas.
-¡ANE!-chilló su vocecita mientras ella entraba al salón corriendo.
Levanté la vista del televisor para verla saltando de alegría, con el pelo alborotado y jadeando, mientras sonreía de pura felicidad, sus ojos brillando.
-¿Kiara?-pregunté levantándome-¿Qué mosca te ha picado ahora?
-¡ANE!-siguió chillando antes de abalanzarse a mis brazos.
Me reí fuertemente mientras la abrazaba.
-Pero bueno. ¿A que viene tanta felicidad?-pregunté divertida intentando calmarla.
Kiara sonreía de oreja a oreja dando pequeños saltitos de alegría.
Sonreí al verla tan contenta, y supe perfectamente quien había hecho eso.
-Es él, ¿verdad?-pregunté.
-¡Sí!-contestó saltando mientras reía.
-¡Cuéntame!-exigí sentándome en el sofá y arrastrándola conmigo hasta acabar las dos sentadas.


-Ahora...¿admites que estás enamorada?-cuestioné mirándola a los ojos al terminar de contar su día con él.
-Creo...-murmuró mirando hacia otro lado-. Que sí...
Sonreí feliz de que lo admitiera antes de abalanzarme sobre ella abrazándola mientras ambas reíamos.
-¡Bien!-grité sin soltarme-. Ahora...¡fiesta de pijamas!
Kiara rápidamente se levantó del sofá agarrando el primer cojín que encontró, lanzándolo contra mí.
Riendo, cogí otro y se lo tiré velozmente, impactando en su cara.
-¡Bingo!-grité riendo-. ¡Ding, ding, ding, ding!
-¡Oye!-protestó ella-¡Que no soy una diana!
Y entre protestas y gritos pasamos la tarde, divirtiéndonos y riendo a más no poder, pasándolo bien mientras veíamos películas, nos pegábamos con los cojines o simplemente hablábamos.
-¡Kiara, tu móvil!-grité mientras ella estaba en la cocina haciendo más palomitas.
-¡Cógelo tú!- contestó de la misma forma.
Obedeciendo, cogí el teléfono aceptando la llamada antes de acercármelo al oído.
-Teléfono de Kiara, ¿qué desea?-pregunté con voz aguda.
-Ehh...-murmuró una voz confusa desde el otro lado de la línea-. ¿Está Kiara?-preguntó, inseguro.
-Ahora mismo no puede atenderle, ¿quien llama?
-S...soy Yulem-tartamudeó.
-¿Yulem?-pregunté con mi voz habitual, haciendo que la cabeza de Kiara saliese por la puerta, preguntándome con la mirada.
-Si, soy yo-contestó antes de que yo asintiera, mientras ella correteaba hasta mi lado-. Eres...¿Ane?
-Sí, sí-contesté con una sonrisa mientras mi amiga me hacía gestos para que le pasase el móvil.
-Espera, te paso a Kiara. Eso sí, como la hagas daño date por muerto-amenacé seriamente. Con mi niña nadie se metía.
-N...no voy a hacerle....da..daño-balbuceó con algo de miedo.
-Bien, que así sea. Quedas advertido.
Kiara agarró el teléfono de mi mano refunfuñando y mirándome con su mirada asesina.
-Lo siento, Yulem-habló ella en cuanto puso el móvil en su oreja, comenzando a caminar hacia su habitación.
Resoplando, la vi alejarse con una sonrisa mientras seguramente él le contestaba.


-Ya era hora, chiquilla-comenté mientras la veía aparecer de nuevo en el salón-. Menos mal que estás aquí de nuevo, pensé que te había tragado la tierra-exageré viendo como ella ponía los ojos en blanco antes de sonreír-.¿Qué quería?
-Dijo que quería quedar mañana los dos solos...que me va a llevar un sitio, y que me lleve una maleta con ropa para cuatro días...-susurró sonriendo.
-Ohh, ¡que lindo!-exclamé-. Ala, pues ya sabes, a hacer la maleta.
-¡Pero es que no sé que llevar!-bramó ella angustiada-. ¡No me dijo a donde vamos!
-Bueno, Kiara, tendrá que ser una sorpresa, ¿no crees?
-Pero podría haberme dado alguna pista...-resopló-. De si va a hacer calor, o frío, por ejemplo.
-Lleva un poco de todo y ya está, problema solucionado-contesté caminando a su habitación para comenzar a ayudarla con sus maletas mientras comentábamos qué podía ser lo que pasaría en esos cuatro días.
Sonreí mientras metía un pantalón de Kiara en la maleta. Ellos acabarían juntos, si o si.